Dos hormigas comienzan a devorar el escarabajo por dentro. Han logrado darle la vuelta. Patas arriba e inmovilizado con un veneno depresor sólo puede mover ligeramente la punta de una articulación. A las hormigas les gusta la carne viva. En un minuto han llegado hasta el exoesqueleto un buen número más. Hormigas obreras. Muerden y cargan pedazos de fresca víscera. El escarabajo nota como le comen las entrañas. Cuando llegan al corazón, cortan con sus pinzas las arterias colindantes y lo extraen con sumo cuidado. Entre dos intentan transportarlo hasta el nido, donde la reina, gran madre matrona, espera el plato estrella.
El niño que contempla la escena agachado considera arbitrariamente una injusticia el desenlace biológico e interrumpe el desarrollo de la naturaleza pisando con el talón de su pie a las porteadoras, el hueco del hormiguero y el escarabajo mismo. Luego corre hacia su madre que lo llama con un bocadillo de paté en la mano.