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martes, 9 de enero de 2018

LA FUMADORA

 "En la manera de matar la colilla contra el cenicero se reconoce a la mujer cruel". Gòmez de la Serna.
Ella no mataba con simpleza la colilla, al contrario, la estrangulaba, retorcía su brasa humeante igual que el pescuezo de un pollo borracho. Aún así, al ver que un leve chisporroteo producía una cañita suave de humo blanco, atisbo de última gota de oxígeno, volvía a apretar cruelmente la pava contra el cristal del cenicero, grueso y cóncavo.  Levantó la vista y me miró de refilón. Creo que pensó que yo la había descubierto maltratando el mundo imaginario de su alrededor, dejando la certera pista criminal de su barra de labios contra la boquilla. Sólo dijo ejem entre carraspeo y gutural, un sonido impreciso que imaginó explicar: ... "vale, de acuerdo, ¿y qué? capullo, ¿y qué si has visto como elimino violentamente mi circunstancia?, acaso ¿eres mejor, eres diferente?, ¿acaso nunca asesinas lo que te rodea, estúpido?". Luego abrió la puerta del comercio y entró dejando un halo embriagador a tabaco rubio y perfume barato. Permanecí un instante detrás de ella viendo como andaba, vaivén elegante. Supe que hasta el próximo cigarrillo, volvía a ser la persona amable que se le presuponía. 

EN LA DUCHA

Un hombre de sesenta años está en el cuarto de baño frente al espejo. Oye por la radio un partido del Barça mientras piensa en la intrascendencia de la vida y la muerte y se mira reflejado desnudo.
 Empieza afeitándose la barba canosa y dura, que pica como cuando era un adolescente. Elige patillas anchas y perilla, elige apurar en torno a los pelos furibundos que se rebelan contra él. En la nariz, dentro de las orejas, en las cejas desordenadas. Siempre ha pensado, incluso cuando no pensaba, que es otro. Que él no es él, aunque se reconozca en imágenes, en fotografías ajadas, en gestos de sus hijos. Mierda biológica, capaz de contaminar para siempre a generaciones venideras.
 Se ha cortado un poco con la maquinilla de afeitar y ve en el espejo correr sangre desde el cuello hasta el pecho. Un hilito rojo que se desliza por el mapa de la piel. Pecho, barriga ondulada, ombligo; fino hilo rojo que parte y acaba, que se enturbia con el agua templada o languidece cuando aprieta con el dedo. Suena gol en la radio y el hombre mirando al otro, al que no considera él, se alegra. Decide entrar en la ducha. Entretiene el instante con el gel perfumado, con las pompas que se escapan del tarro rosa de peuvecé.. Definitivamente se seca con una toalla  pensando en despedirse del otro, del ser que siempre, en la soledad del baño, parece que es el que ocupa su vida.



MONARQUIZACIONES

No me gustan los monárquicos. Ni ahora ni antes. Ni aquellos carpetovetónicos de polillas, ABC bajo el sobaco y reverencias fingidas, ni estos ultramodernos  en papel cuché, historias para no dormir televisadas, acomodadores andando por casa y formación ad hoc. Puro cuento, pura bazofia.

No me gustáis nada, cada vez menos. Sostenéis, vosotros, monárquicos de ultratumba, a la institución más lastimera y criminal de la historia. Reyes y prelados, psicópatas habituales que extendieron esa razón ideológica ad infinitum... siempre la cuadrícula social estuvo definida por espadones con coronas. Todos los herederos de los herederos rezuman sangre. Aunque sean chicos píos  pijo criados y educados conforme a modernas y predestinadas enseñanzas democráticas burguesas. Los lapsus breves históricos, o bien estuvieron sujetos a dictaduras emanadas de los cismas divisionarios reales o a causas revolucionarias (repúblicas), rápidamente sofocadas por los poderes fácticos. 
No me gusta la plebe, los lacayos, los súbditos, los cortesanos normalistas que agitan banderitas de Carlos III.
No me gustan las gentes que rinden pleitesías con asepsia absoluta, amnesia profunda, ausencia del pasado... ¿do la historia?, ¿do lo acontecido, las luchas, el progreso, las enormes y cruentas persecuciones?, ¿do los ejércitos imperiales, la locura de la imposición?.
No me gustan los monárquicos, no. No me atrae para nada el pensamiento adocenado, mucho menos la defensa de lo anacrónico. Ni las tonterías mediatizadas.
Lo reconozco: hay mucho gilipollas suelto, demasiado. Mucho cuentista fingidor, muchísima gente (ah, las gentes) que no ha leído ni desarrollado el pensamiento una mierda en su vida y a la que, esa cuestión, la interpretación de la historia, se la trae al pairo, en todo caso siempre sujeta a revisionismos estructurados por las formas del estado. El puto estado. Leviatán cíclope.
No me gusta la opresión diaria, el vive por encima de los demás, lo neoliberal, el parlamento profesionalizado, tan sujeto a un estatus de institución inamovible. 
Habría, y lo propongo, que organizar una gran meada en las puertas de las instituciones. "Hoy, a las once en punto de la noche, gran meada alrededor de los muros de la patria nuestra", diría el cartel. Y orinar las plazas de toros, los ministerios, las concejalías, las calles de los alcaldes, las ruedas de los audis de los electos, las tapias de hacienda, los colegios cristianos, los protestantes, los impúdicos subvencionados por tanta tropelía impositiva, las iglesias, catedrales, mezquitas, sinagogas, comisarías, comisarios......... 
 Prometo y afirmo que iba a escribir prosa dulce y de repente, ante el esplendor en la hierba (la hierba de los jardines reales radiofónicos) me ha dado este pronto, oyendo a tanto monárquico acuñado y feliz de serlo. "El origen de todas nuestras servidumbres radica en el apego. Cuanto mas queremos ser libres, menos nos vinculamos con las personas y las cosas, pero una vez vinculados...¡ qué drama es deshacernos de ellas. !". Pues eso.



RING-RING

El teléfono tiene vida propia. He llamado a la compañía y he pedido explicaciones. Tengo contratada una línea con ustedes, digo. Y no la quiero. Un robot ha intentado que siguiera, para esa cuestión, ciertos pasos determinados. (Los robots siempre intentan que sigas pasos determinados). Después de horas y horas, una humana me ha explicado desde Perú o Chile que por fin he terminado el contrato con la casa.   Cuando ha dicho "la casa" he sentido un escalofrío en mi espalda. Por un instante recuerdo el castillo de Nosferatu, la tumba de Belfegor, el aliento de la bestia. El caso es que, creyéndome liberado de llamadas inoportunas, he estado a punto de celebrarlo. Ha sido intentar descorchar el Cariñena, cuando ha vuelto a sonar. Tan fatídica melodía me tiene hasta los mismísimos. Desmontando el aparato, veo sus tripas. Cables y pequeñas láminas con circuitos. Deduzco cual obedece al sonido y corto el cable verde. Como quiera que ha vuelto con el soniquete, he cortado el cable rojo. Un humillo negro con olor a plástico quemado parece que alegra la tarde. Y en esas estaba, intentando contarles a ustedes como el teléfono tiene vida propia, cuando, desde la carcasa desmontada, sus chips desconectados y  cables cortados, ha vuelto a sonar. Lo acabo de lanzar balcón abajo, (vivo en un décimo). Sin embargo, desde aquí, al rato, alcanzo a recibir su estúpido y debilitado tono. Si no empeora la situación, calculo que en minutos perecerá definitivamente. 

LA SABIDURÍA FEMENINA CONTRA EL INTEGRISMO

 Aunque con menos transcendencia que Hipatia, en la antigüedad se admitía a la mujer en el ámbito de las artes y en un tipo de aprendizaje basado en la perfección a través de la repetición, incluida la medicina. La filosofía y el saber en general eran un todo inseparable. Un filósofo podía ser un sabio que tocaba diversas materias porque no existía la compartimentación del conocimiento. Jámlico cuenta que, de las 17 discípulas de Pitágoras, una se dedicó a las matemáticas, Teano. Eurípides tiene un texto "Melanipa la sabia", donde le asignaba la tarea de argumentar la cosmología de Anaxágoras de Clazomene. Diógenes Laercio nos habla de Hiparquia de Maronea, filósofa de la escuela cínica. En el siglo I d.d.c. vivió Miriam de Alejandría, química y alquimista judía a quien se debe el hallazgo de métodos alquímicos y la fabricación de instrumentos de laboratorio. En Roma hubo filósofas y médicas. Plinio el Viejo cita a Elefantire o Eliade como inventora de diversas terapias científicas. En el siglo IV, Hipatia, maestra neoplatónica romana, educó a una selecta escuela de aristócratas, cristianos y paganos. Destacó en matemáticas y astronomía. Bella e hija del astrónomo Teón. Se sabe que escribió libros de geometría, álgebra y astronomía. mejoró el diseño de los astrolabios e inventó un hidrómetro. Hipatia, ascética y entregada a la ciencia, fue linchada por una banda de cristianos integristas, auspiciadas por el obispo Cirilo. 
Se inauguraba una época de siglos de oprobio hacia la ciencia y hacia la mujer, anulada como persona y como ser pensante. El cristianismo redujo a la mujer a su condición de hembra, negándole cualquier capacidad de acceso a la racionalidad. 20 siglos han pasado y todo sigue, en proporción histórica, igual para arzobispos y papados. La mujer, para el actual Cirilo, dígase Conferencia Episcopal, sigue siendo el elemento culmen, virgen, madre, esposa adocenada y reservada, con escasos criterios en la estructura machista de su iglesia y, para ellos, con menor transcendencia en la vida intelectual social. Ya no se lincha a una científica pagana por el hecho de serlo, pero se siguen demonizando sus opciones de libertad: libertad para para no fecundar, para abortar,  para unirse en libre pareja, para ser lo que  quiera ser. Hipatia y sus compañeras en la Antigüedad abrieron una brecha por donde pasaría la claridad. La claridad de Las Luces.