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sábado, 27 de enero de 2018

LA BELLA DURMIENTE, VERSIÓN ORIGINAL

He hablado en otras ocasiones de los cuentos populares y sus orígenes. Naturalmente, también de Perrault, atemperador de versiones originales, primer gran dulcificador de las tradiciones orales. Giambatista Basile es el autor original de "La bella durmiente", un clásico que muchos de ustedes habrán contado a sus hijos a la luz tenue del calor hogareño. Puedo asegurar que siempre narraron la versión dulce del cuento, de otro modo, sus hijos hubieran tenido pesadillas obtusas.
Porque la princesita durmiente, Talia, no duerme, en realidad está paralizada tras haberse pinchado con una astilla envenenada oculta entre los hilos. Y descansa en una sala de un palacio enclavado en mitad del bosque. Allí es encontrada por un noble que no la besa para despertarla, sino que, maravillado, la viola hasta cansarse y se da a la fuga. La bella durmiente queda embarazada, dando a luz a dos gemelos llamados, en versión original, Sol y Luna, sin que por ello llegue a despertar. Un día el pequeño Sol chupa el dedo a su madre arrancando la astilla venenosa, consiguiendo que Talia despierte. Como quiera que el príncipe violador no ha dejado de hacer visitas a la ahora madre resucitada, la noticia acaba en los oídos de la  principesca, que, sin pensarlo, ordena detener a los vástagos y condenarlos a degüello, listos para servir en banquete al necrófilo esposo. Se ve que Giambatiste Basile no quiso añadir más crueldades e hizo que el cocinero de corte se apiadara de los retoños, sustituyendo la carne infantil por la de dos cabras sacrificadas. Como ven, y si no consigan esta fantástica obra de 1600, Perrault tuvo que dulcificar bastante el cuento. Aunque uno se queda con la versión original.




CONDICIONAL

No sé cuantas veces he salvado la vida. Nunca menos de cinco, diferentes circunstancias puntuales. Un retraso, una bomba a doscientos metros y no a cien, una bala caliente zumbando por la oreja como las moscas del verano, un cuchillo serrado volando en el aire. Eso y las noches oscuras del alma, las calles como grutas, con murciélagos colgados en los balcones.
 Otras veces he evitado acontecimientos refugiándome detrás de mí mismo, convirtiéndome en otra persona, escribiendo durante horas, leyendo, buscando párrafos que calmaran el ansia de vivir o de morir mismo. Ignoro las que he odiado, las cientos de ellas que amé conjunta e inseparablemente, como  piezas ajustadas de un mecano oxidado.
 Ahora, en la recta final, con el tiempo mordiéndome la nuca, devorado por todo lo que fui y no llegué a ser, fracaso crepitante, es en el refugio de la república de las letras donde me dejo reposar.



APLASTADOS

Entonces, en la cinta transportadora para el tratado de residuos aparece el cadáver aplastado por el camión de recogida de basuras. Es un indigente, un paria, un menesteroso que cayó, o que voluntariamente dormía dentro del contenedor.
Uno, a veces, para huir de las ratas se convierte en rata. Y acaba como Diógenes de Sínope, entre inmundicias revuelto. ¿Qué buscaba el tipo en el fondo del contenedor?. ¿Acaso hombres honestos?, ¿tal vez pensaba, emulando la definición de Sócrates del hombre como “bípedo implume”, en pollos desplumados?..... ¿Diógenes triturado por el automatismo de un camión robótico?......
 Dicen que uno es como su entorno físico inmediato. El mío, lo confieso, es un maremágnum desordenado de todo y retodos: libros, más libros, papeles, más papeles. Perfectamente podría acabar en el fondo de un cubo gigante de desperdicios y ser confundido con ellos, reventado por las palas giratorias del enorme camión que conduce al vertedero. “Cuando me muera echadme a los perros. Ya estoy acostumbrado.” 
El día guarda en su saco al sol. He estado, imprudentemente, leyendo un rato a Machado y sus historias sobre Alvargonzález. Absolutamente en el limbo de Morfeo ni siquiera aprecias mis caricias: "en las pequeñas ciudades las gentes se apasionan del juego y de la política como en las grandes del arte y de la pornografía, ocios de mercaderes, pero en los campos sólo interesan las labores que reclaman la tierra y los crímenes de los hombres"...... El día guarda su saco, sí. 
En esta placidez tórrida, paso hojas de versos. Me pregunto a estas horas, conozco el desorden que profeso (justo caos perfectamente clasificado), que misterios hacen que coincidan Machado, Alvárgonzález, un sin techo sanguinolento reventado, y la tarde diseccionada con bisturí de tinta.......