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miércoles, 24 de enero de 2018

BIG BANG

 Logré retroceder a través del universo en expansión hasta una diezmillonésima de billones de billones de billones de segundos. Estaba justo en el límite, en el momento súbito donde todo se hincharía y duplicaría su tamaño cada millonésima de millones de millones de millones de millones de segundo. Entonces vi lo que llaman el dedo de dios.
 Sólo un microscópico orificio ovalado perfecto, desde donde se puede mirar al interior. Y dentro, amigos, otro incandescente universo explota en dirección contraria hacia el mismo grado infinitesimal donde espera un microscópico orificio ovalado perfecto.


CARACOLES Y DESOBEDIENCIA

Es al pedir caracoles con tomate cuando hablo con mi contertulio. Recuerdo a Cosimo Piovasco huyendo de la mesa donde su hermana había servido comida en abundancia. Dicen que ponía colas de cerdo asadas como si fuesen rosquillas, que una vez había preparado suculento hígado de ratón convertido en paté, o que adornaba la coliflor con orejas de liebre junto a cabezas de cerdo con la boca abierta y una hemosa langosta roja sosteniendo en sus pinzas la lengua del cochinillo. Mis amigos, entre copas, me miran desorientados: ¿qué quieres decir?. Nada, en realidad es sólo una anécdota porque la protesta, negación máxima de Cosimo, su porvenir instantáneo, se precipita como consecuencia al no querer comer caracoles.
Battista, la hermana, los decapitaba y luego pinchaba  cabezas blandas con un palillo en los profiteroles, simulando una bandada de pequeños cisnes en la fuente brillante. Dicho así parece macabro. No lo sé, querido, es Italo Calvino el que lo escribe en el "Barón rampante": Cosimo decidió subir a los árboles y allí se encaramó para siempre, rebelándose contra la familia, máxima institución fagocitadora, igual que el trapecista de Kafka eligió su trapecio, o el señor Bartebly de Melville, la oficina. Formas de desobediencia suprema. ¿Subió a los árboles?. Sí, encaramado en ramas a los doce años. Pasó el resto de su vida y desde allí el mundo giró con él, nunca ajeno. Las invasiones napoleónicas, la revolución francesa... Que cosas tan raras  cuentas, no tengo ni idea del trapecista de Kafka, ni sé quién era Bartebly, ni, por supuesto, conocía la historia de Cosimo, lo que sí sé, no lo dudes, es que se me han quitado las ganas de comer caracoles. Y sorbiendo el último, bebe un trago de vino.



PAISAJE AFGANO

Veo una foto estupenda de Routers, Omar Shobani es su autor. Un policía afgano se parapeta tras un kiosco dónde una gran hamburguesa con ketchup arábigo muestra su esplendor. El policía viste traje de faena fabricado en Alemania, botas militares italianas y una gorra de plato que se encasqueta en su pelo ensortijado. Porta un kalasnikov. Agazapado, observa, repele o contraataca una acometida talibán.  La foto es magnífica: carne redonda sacrificada según los preceptos musulmanes, con queso, tomate y una hoja de lechuga. El pan redondo se supone blando y harinado. Dan ganas de agacharse junto al poli y dar un bocado a la réplica occidental. Comida estiércol cerca del infierno represión- acción de Kabul. Aquí, en la foto, la globalización ofrece todo su esplendor manipulable: unos ponen los muertos, los otros los medios para matar. Es más, unos ponen los heridos y los otros las medicinas para sanarlos. Es más, unos ponen las medicinas y los otros ayudan a los de más allá a que hayan suficientes heridos para sanarlos.   Hamburguesas en el paisaje árido de los kalasnikov y del Corán como santo y seña. Contaba no se quién que entre presbiteranos, luteranos, evangelistas, ortodoxos, cristianos romanos, judíos, budistas y musulmanes, los guerreros en aquella zona distraen de sus tareas a dios. Yo siempre he pensado, sin embargo, que dios no se distraía. La foto lo demuestra: ahí está, reconvertido en hamburguesa imperial de designio universal. Dios es la Coca-Cola, la Philip Morris, la franquicia de los bigmacs, dios es un perrito caliente, un capullo de amapola opiácea, un chute de vitamina antisoviética.
El poli afgano retratado luce limpio. Tiene barba canosa y una mirada de felino al acecho. Imagino que se sentirá cargado de razón. Y también imagino, sólo por imaginar, que se siente protagonista de un reality show televisado. Fotografiado. Manipulado.

HISTORIAS URBANAS

"Dedicado al gran Azcona y al buen Berlanga"
Una mujer pide ayuda en la calle porque su perrita se ha colado por las rejas de un imbornal. No sabe como se ha soltado de la correa, tal vez persiguiendo una cucaracha metió hocico y cuerpo hasta caer hueco abajo al pozo de residuales. La mujer está histérica, o parece estarlo. Lulú, que así se llama el animalito, es una perrita minúscula. Seguramente no tenía más que ojos saltones y seguramente era una perrita burguesa, rica, riquísima, de las criadas entre algodones, vestidos para invierno y baños de gel en verano.
Mientras alguien saca las rejas de un tirón y se asoma sin más con una linternita de llavero al pozo debajo de la acera, ella sigue sulfurada, atacada. Los pechos le suben y bajan en ese orden, regulares y prietos como alcachofas recién sacadas del bancal.  Viste una falda apretada que le remarca los glúteos y el abdomen. Hipa y solloza ante la presencia de un guardia municipal que  ha llegado al ver el corro de gente. El hueco es estrecho y pese a la linterna del guardia, mucho más potente que la del ciudadano voluntario, las palabras son las mismas: nada. A la pechugona la abanican y consuelan. Un menda con dos dientes de oro está a su lado. En el revoloteo del abanico aroma a pachuli pegajoso inunda el perímetro.
Aquí, aquí, grita aquél tipo casi a veinte metros, en otro de los imbornales. El guardia, seguido de la cohorte y de la afectada, llega hasta el lugar. Cuando miran abajo, al fondo del hueco oscuro ahora iluminado por el explorador, contemplan como a una rata grande le asoma un pedazo de pata de Lulú por la boca. Tuvieron que pedir una ambulancia porque ella se desplomó de la impresión. El menda de los dientes de oro no se separó de los pechos, y el guardia, resignado, sólo pudo decir, circulen, circulen. Abajo, la rata, pasado el sobresalto del deslumbramiento, terminaba de engullir a su presa disponiéndose a hacer la digestión.

SOSTEN DEL MUNDO

¿Sobre que se sostiene el mundo?. Euclides no duda: se sostiene sobre los hombros del Capital. Y el Capital... ¿sobre que se sostiene?... Sobre el caparazón de los BanquerosEuclides se rasca la coronilla y dice: 
y ¿debajo de los Banqueros¡¡sólo hay crímenes!!.



LA ENVENENADORA

Dolores Gálvez enviudó por tercera vez en Agosto del año cincuenta y ocho. La familia del interfecto puso en duda la naturalidad de aquella muerte, ya que, aunque repentina, había sido precedida de insufribles dolores en la persona de Antonio Gimenez, abogado del estado, marido licencioso de Lola, el cual, de seguir su meteórica carrera, hubiera llegado a ser procurador en cortes. Tres veces son muchas, incluso para las casualidades.
 A finales del siguiente mes Dolores fue detenida acusada de haber envenenado a Antonio. Las crónicas de la época cuentan que tras una minuciosa labor de la guardia civil (en los interrogatorios la molieron a palos), la reo confesó haber dado muerte por envenenamiento (arsénico en el café) a sus tres esposos.  Condenada al cadalso en febrero del año sesenta, se confirmó la ejecución en el penal del Dueso una mañana indeterminada del mes de Mayo.
 Dicen que en su paseo hasta el garrote mantuvo actitud soberbia y elegante. También dicen que tuvo tiempo para cartear con otro pretendiente o seguidor, pues sus delitos aparecieron en El Caso, creando legión de admiradores.
 Lola la envenenadora sintió como su cuello se rompía mirando con sonrisa rara a un cura de sotana que el estado "ponía" en auxilio espiritual. Dos minutos antes le había comentado socarrona: a usted le hubieran gustado mis cafés.


OTRO PLANETA

 Es magnífico saber que existe otro planeta con agua que perfectamente puede ser habitado. Kepler 22b se llama el susodicho y a todas todas, obtiene papeletas para la gran migración. En cuanto se resuelva el asunto del viaje vayan ustedes preparando las maletas. 
Lo primero será la logística, albañiles, ingenieros y material de obra por doquier. Lo segundo, un ejército que proteja a éstos de enemigos irreales o reales, (los enemigos siempre tienen dos facultades). Después, como no, habrá que llenar la cosa de iglesias, sinagogas y mezquitas. Para este menester habremos de reforzarlo con mas ejércitos y policías. Una vez efectuadas las obras pertinentes atiborraremos de coches, aviones, trenes, barcos, helicópteros y submarinos aquellas inhóspitas zonas. Con el agua de su hábitat se construirán presas energéticas. Como faltará material, poblaremos de centrales nucleares el territorio. Keppler 22b pasará a convertirse en un gran planeta habitado por gobiernos, militares, sacerdotes y especuladores arribistas. Contaminaremos ríos, mares, tierras y construiremos cárceles por doquier. Acabaremos, si la hubiera, con su fauna y flora, con su ecosistema y con sus primitivos habitantes. Todo esto que cuento sucederá en breve, en cuanto consigamos superar los 600 años luz que nos separan, que eso no es nada y a ti te encontré en la calle... una calle de la Nasa.



EJECUCIONES

La señora Phileas es una mujer de setenta años que ha presenciado más de ciento setenta ejecuciones en diferentes estados de yanquilandia. Con un permiso especial, esta abogada jubilada, cubre sus ratos de ocio contemplando escenas de pena máxima. 
En una entrevista reciente confiesa al periodista de Washington Post, "quizás haya algo de morbo, pero sigue siendo emocionante ver morir a un asesino". Phileas no entra a valorar la posibilidad de errores judiciales y, comenta, "siente una gran decepción cuando el condenado logra librarse de la ejecución"
Sillas eléctricas, cámaras de gas, inyecciones letales, toda una serie de modalidades que causan entretenimiento en la emérita. "Mi preferida siempre ha sido la horca. Mucho más que aquellas primeras sillas eléctricas defectuosas de Oregón. En la horca hay más realismo, los espectadores estamos próximos al patíbulo y la emoción se palpa en el ambiente, aunque debo de reconocer que la inyección letal también puede ser interesante"
La señora Phileas ha sido condecorada recientemente con la medalla a la colaboración ciudadana por la asociación del rifle, medalla que luce en su pecho.