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jueves, 14 de diciembre de 2017

DESAYUNAR HUEVOS DUROS

El filósofo Nietzsche se sienta frente al ventanal para desayunar su huevo duro diario. Servido en copa de loza, golpea con una cucharita la cáscara blanca mientras ve su reflejo en el cristal de la ventana. Nietzsche se da cuenta que dentro del cristal, otro igual a él, golpea también el huevo duro. Con la uña del dedo índice aparta las cáscaras blancas del caparazón. 
Una membrana frágil se interpone entre el filo de la cucharita y la brillante albúmina. El reflejo lo imita en otro mundo: es el doble, sosías, los paraiguales, odradeks, seres negros. Se dedica a repetir lo que hace el filósofo, mirándolo entre el oxígeno de la calle y el aire turbio del salón iluminado. La clara da paso al cuajo de la yema. Un poco más adentro, como él exige y acostumbra, dos gotas amarillas líquidas salvadas de la solidez del hervor. En esas gotas aún calientes reposa el alma del pollo, a Nietzsche le encanta saborear el ánima de los pollos. Considera que le insufla sabiduría guerrera. Desde el reflejo del vidrio se ajusta las gafas y baja la cabeza mirando al óvalo. Más tarde se limpia con una servilleta y, uniéndose al otro en el cristal, desaparece en el abismo de la nada.


TRONO REAL

Menelik II era creador de Addis Abeba, emperador de Etiopía, por aquél entonces Abisinia. Murió en 1913. Durante mi infancia, las extrañas lecciones que acompañaban a los principios fundamentales del estado acababan en Abisinia, tierra favorita, vaya usted a saber porqué extraña deformación, del profesor de historia, un señor de cuyo nombre no quiero acordarme y sí de su guante negro militar, guante que usaba para, caso de no contestar satisfactoriamente cualquier cuestión, dar una leches de aúpa.
 Los de aquél curso acabamos extrañamente liados: Isabel y Fernando, Primo de Rivera y Abisinia- Etiopía, tierra de ensueños mágicos. Tambièn sabíamos que a Manelik le llamaban Negus, título originario de los emperadores Abisinios. Por igual aseguro que nuestro profesor era un cabroncete militar resabiado, bebedor de anís, que gozaba con la explicación africana, tal vez en recuerdo de algún amor moruno en su etapa colonial. El Negus estaba al día de la alta tecnología internacional. En 1887, poco después de probarse con éxito la silla eléctrica, Menelik decidió encargar dos de ellas. Y arribaron al país, claro está. Hubo un problema, Abisinia no tenía energía eléctrica. Esto no amilanó al sátrapa. Reunió a su consejo decidiendo utilizarlas como trono real. Y así se hizo. El trono de Etiopía fue, durante mucho tiempo, eléctrico sin chispa. Como mi profesor de historia.


F.G. LORCA EN NUEVA YORK

"Yo denuncio a toda la gente que ignora la otra mitad, la mitad irredimible que levanta sus montes de cemento donde laten los corazones de los animalitos que se olvidan y donde caeremos todos en la última fiesta de los taladros. Os escupo a la cara. La otra mitad me escucha devorando, orinando, volando en su pureza, como los niños de las porterías que llevan frágiles palitos a los huecos donde se oxidan las antenas de los insectos....". FGL, 1930. "Poeta en Nueva York". Sentado en un banco de madera de ébano, en un parquecito florido del este neoyorquino, Federico curioseaba siguiendo el movimiento de las abejas en los magnolios. Dice Edèn Puertas que fumaba tabaco de liar y tosía porque no le gustaba. "Me apetece disgustarme, saborear el acero de la picadura". Edèn Puertas acompañó a Federico en las avenidas de la megápolis. Se asombraba de la luminotecnia y de la aficiòn de las gentes a comer por la calle. 1929, Nueva York estaba llena de gánsteres. En realidad siempre lo ha estado, sólo que acabaron haciendo política o convirtiéndose en funcionarios. Gánsteres y niños con mocos y caras tiznadas en las bocas del metropolitano. Y por allí, entre callejones, tabaco picado de acero, parques floridos y hoteles, Lorca compuso un poemario que cambió la lírica para siempre, el  más desgarrado y bello del siglo XX: "Poeta en Nueva York". Un paisaje apocalíptico y deshumanizado que nos condena a la desesperación y el lamento. Lorca abandona las formas tradicionales y estructura una bomba de relojería contra su propio yo. En la universidad de Columbia leía esbozos de Poeta en Nueva York, apocalipsis de la angustia:
"Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño. Este es el mundo, amigo, agonía, agonía, los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades, la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises, los ricos dan a sus queridas pequeños moribundos iluminados y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada..." FGL. 


FALSIFICACIONES VARIAS

Imaginemos un instante que alguien no es quién dice ser. Platón, en cierto modo, intentó explicarlo. Internet, red atrapa mosquitos, es un terreno abonado para la falsificación de uno mismo, de hecho, más que un terreno, es el terreno.
 En la vida real, dicen los periódicos, una mujer se hizo pasar durante años por médica de urgencias. Médica sin carrera y con nómina, afable, servicial, humanamente científica. La vida real tiene esas irrealidades. El imsalud contrata médicos que no lo son, la benemérita directores que tampoco y los museos, por ejemplo, copistas que falsifican y que nada son. Internet es el reino de la mentira, sin contratos, libre, la jungla virtual, el show de los Trumans que pueblan este mundo absurdo que no sabe dónde va.
 Yo mismo, lo confieso, no soy posiblemente quien digo ser. Me refugio en fotos que podrían no ser mías, en letras que seguramente he robado a otros, en un mundo ajustado, amarrado a lo que me interesa que los demás imaginen. Estoy convencido que a usted le pasa otro tanto: usted es quién desea ser, no necesariamente quién es, porque no le gusta, ni quiere ser ese que por narices acaba delante del espejo señalando. Los avatares se usan como táctica de camuflaje: ante la soledad interior del rostro seco surge el símbolo sol que ilumina las ideas del otro. Definitivamente el mundo de las falsificaciones es paralelo al de los falsificadores. Cada cual se falsifica a sí mismo, se replica, intentando ofrecerse amparado en el engaño. De tal manera: yo soy obra de tres personas. Ni me llamo como digo, ni escribo lo que digo.
 Soy simplemente un experimento que pertenece a un aula, donde unos señores intentan sacar notas para obtener éxito en sus tesis. Las tesis, claro está, son falsas.