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miércoles, 6 de diciembre de 2017

TÉCNICAS DE GUERRA


Me cuentan la técnica del lavado  de las hembras del macaco en celo, “lavages”, de las secreciones vaginales comprimidas de éstas, feromonas convertidas por arte y magia del doctor Goldfoot en “copulinas”, líquido resultante sagrado. Tan y tanto que, sin más, dio pié a numerosos estudios sobre la agrabilidad de los susodichos. La cosa acabó derivando en asuntos diversos.
 Muestran la marca de perfumes Realm, afrodisíaco obtenido a partir de compuestos epidérmicos extraídos del interior de las escayolas de los accidentados en esquí.
 Puaf.
Estas confesiones; injertos de cojón (otro día hablaré de aquella moda a principios del siglo XX), feromonas ambulantes y especies afrodisíacas me alteran la libido.
Mi libido, amigos, es una isla con terremotos continuos. Un volcán  habita adentros, poderosa fuerza sísmica que todo lo conmueve. Y sin escamas de piel con escayola.
Todo ocurre de manera singular, espacios tan repletos como el infierno de los imbéciles, ese lugar adocenado que habitan  neutrales y otros estúpidos permanentes, una suerte de centroderecha del averno.
La libido alterada es solo panorama quieto, detenido, impresentable. Cada vez que por naturaleza desemboco en Rana me convierto en Escorpión. Y clavo el aguijón en el lomo de ella haciendo que nos hundamos.  Maldito Sapo de mierda.
Por contarme siguen narrando múltiples historias. Algunas solo escribibles transformando sus adjetivos y adverbios. Llamativo eso de la transformación.
Se que ya lo habían supuesto, sí,  yo me dedico a esto. Ustedes llegan con el capazo de controversias y bizantinismos y uno, sufrido por mor de aquellos volcanes, se pone a la tarea e intenta confundir al lector voraz: blanco-negro-volcán- hielo. Técnicas de guerra, sin duda.



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