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jueves, 1 de febrero de 2018

VENTANAL

En la calle hay una ventana que asoma a tu casa. Inclinado sobre ella puedo mirar hacia dentro. Lo hago de vez en cuando y contemplo tu colección de animales encerrados en un acuario azul. 
Veo maravillado los celentéreos, tus braquiópodos y los enormes amotines de pié en una esquina. Observo la pecera gigante del salón y como nadan los nautiloideos en busca de alimentos. Descubro que buscan trilobites, ocultos entre la arenisca del fondo de la pecera. Les debe resultar grato el sabor de su exoesqueleto. Algún equinodermo gigante se oculta en la colonia de briozoos que adorna la arenisca. También contemplo, junto al acuario, dos macetas enormes donde crecen helechos. Y junto a la mesa adornada con caracolas, grandes trozos de topacio, crisoberilo y ópalos.
Me asomo cada vez que puedo desde la calle a tu casa. En una esquina, una jaula de mimbre con suelo de sílex acoge a un pájaro que canta desagradablemente durante horas, su pico tiene dientes y las garras son poderosas. Archacopteryx es su nombre y las plumas se parecen a las del  faisán. Cuando presiente que llegas a darle su carne diaria, parece que sonría  reconfortante. A mí me gusta ver tu colección y tu fauna, pero sobre todo me gusta verte a ti, mi amada australopitecus, tan hábil y desenvuelta en tus cosas. 

          

LOS PÁJAROS

En el cañaveral se oyen gorjeos y píos, trinos, zureos, voznos, ululeos y trisos, graznidos, cacareos y cantos. Antes del crepúsculo empiezan a levantar vuelo. Uno, dos, cien; posados en los tejados de las casas, ya son trescientos. Invaden aleros, ventanales y líneas eléctricas. 
En apenas minutos visitan en tropel el pueblo. Miles de pájaros aleteando entre  locales, departamentos y casas. El ataque es feroz y ponen perdido de mierda todo el mobiliario. Ensucian suelos, habitaciones, paredes, cruces, calles, ayuntamiento, estatuas, comisarías. Mierda pura de pájaro.                               Acaban marchando justo cuando cae el sol. 
En el cañaveral un ligero murmullo da paso al sueño. 
Esa noche los asustados habitantes la pasarán limpiando. No entienden que misterio biológico hace que las aves confundan su pueblo con un gran retrete.




LA ESPERA

Tumbado mirando el techo, mapa de un territorio indómito, sioux en la tela de araña de la esquina, el séptimo de caballería da vueltas sobre las aspas de esa maldita luz ventilador.
 Fuera, detrás de la ventana, está Barcelona. Llueve sobre sus calles pausadamente mientras el bochorno se adueña de todos. No puedo reparar en nada que no sea el techo de mi habitación, sólo desvío un poco la mirada para ojear el vaso de agua con la dentadura dentro, un cenicero del parque Güell y los lomos de los libros que llevo días intentando digerir.
¿Que hago en una pensión de mala muerte del Raval?, ¿que ha pasado para acabar así en apenas medio mes?. Sí, me escondo. Desvarío soñando con indios y vaqueros, con films de Houston, con frases de Hammet. Desvarío hasta la locura después de haber ingerido ketamina para matar a un asno. Es evidente que eso soy, un asno escondido que huye de otros asnos convertidos en borricos mayores. Llevaba cinco años sin fumar y ya voy por el tercer paquete de rubio americano. 
No lo he dicho, pero estoy esperando a que lleguen y me maten. He sacado el cargador de mi parabelum y lo he lanzado a la papelera del cuarto, después he liado el hierro en una servilleta de papel y escondido en el alfeizar de la ventana. 
 Un cuarto chusco con lavabo sucio y un espejo roto que te desfigura la cara cuando te la miras. Sin la dentadura pierdo mucho, parece que la calavera interior emerja de la nada. En otro tiempo, esta imagen, la calavera interior que cubro, me hubiera parecido especialmente literaria... me van a matar igual que yo voy matando a los sioux que danzan en la tela de araña de la esquina del techo. Llamarán a la puerta con sequedad, entonces sentiré un temblor parecido al de la ketamina, las sienes serán puro pàlpito. Me colocaré con tranquilidad la dentadura postiza, no quiero morir sin piezas dentales en la boca. Incorporado, sentado, los invitaré a pasar. Después todo será horrible, una bolsa de plástico en la cabeza, un alambre cortante en el cuello, un tiro, un golpe de bate... no lo sé... Fuera, detrás de la ventana, está Barcelona..




DESOLACIÓN DEL OJO

Detrás del vaso de café un ojo mira a los lados. De vez en cuando se cierra y abre, como pestañeando, tal vez pretenda librarse del vaho aromático.
 Allí solo, aislado, el ojo siente tristeza. Entonces llora un poco, no mucho, de hacerlo continuamente convertiría su ámbito en un saladar aguado, así que procura aguantarse y seguir contemplando, junto al lápiz tumbado encima de la mesa, el paisaje abrupto que asoma por los cristales de la ventana.


LEYENDO A FEDERICO GARCÍA LORCA

Coleccionaba versos. Enormes, sujetos a las páginas con pinzas de microbios bacterianos. Guardaba bellas sentencias, imágenes oníricas imposibles de nubes de algodón. Cantaba: "las alegres fiebres huyeron a las maromas de los barcos y el judío empujó la verja con el pudor helado del interior de las lechugas". Giraba sobre la notas y los libros como un trompo de madera con pié redondo de acero. El acero de la pistola al cinto o al sobaco. Coleccionaba sentencias, epístolas y sonetos. Cantaba: "estás aquí bebiendo mi sangre, bebiendo mi humor de niño pasado, mientras mis ojos se quiebran en el viento con el aluminio y las voces de los borrachos".

 Abría los tomos aleatoriamente y así se llevaba la sorpresa. Un escupitajo de lluvia tenue, de tinta azul y verde, de frases cargadas de luz. Las imágenes de los hombres muertos, de las fosas y de la luz. Las imágenes irradiadas, poéticas, enfundadas en plexiglás. Coleccionaba versos. Cantaba: "aquél viejo cubierto de setas iba al sitio donde lloraban los negros mientras crujía la cuchara del rey y llegaban los tanques de agua podrida".


UN DÍA COMO OTRO

Una luna partida por la mitad corona el alba disfrazada de uña rota y arañazo entre la niebla vaporosa. El día brota de la nada, acero inoxidable de cuchillos de agua.
 Ayer vino la muerte de visita al inmueble. Una vecina anciana decidió, de mutuo acuerdo con los años vividos, morir tranquila en su casa. Tuvieron que derribar la puerta de seguridad, (había echado las llaves por dentro). Cerrajeros, familiares, guardias y médico. Sobre su soledad, la anciana afable y agradable que todas las mañanas saludaba al bajar en el ascensor, nada que objetar, era su decisión de mujer libre. Se apañaba perfectamente, pulcra, coqueta (dos brochazos de colorete en las mejillas), afable. Murió, dice su hija entre sollozos, con la televisión encendida.
 Mientras veía al furgón mortuorio preparado para llevar la carga, pensaba en las veces que la televisión se queda parpadeando rayos catódicos delante de cadáveres. El efecto es distorsionado, signo de exacta modernidad. Lola, así se llamaba, descansa en paz, aunque el rictus de la parca le torciera la sonrisa lo justo, imagino que por tanta sorpresa al ver las orillas de Estigia...
 Con respecto al todo que nos oprime apenas que decir. La política nacional acaba adquiriendo tonos circenses de baja catadura. Oligarcas y plutócratas dominan el cotarro con tal suerte de acontecimientos que la sucesión de los hechos crea hastío. Silencio de corderos.
 Desde el balcón distingo una paloma blanca con el bajo de las alas pintado de colores volando en medio de la espesa niebla. Algún colombicultor ha dado suelta a sus aves....

 Entre café y papeles intento pensar en el destino breve de lo que somos y acabamos siendo, en la lucha infatigable, en el mundo dando vueltas....... Un cráter gigante sobre cualquier área poblada de nuestras mentes rebosa lava incandescente.