Preferiría no
hacerlo. Ya sé que ya saben: Bartleby estaba sentado en su oficina, pálido,
enjuto. El mundo se divide en Quijanos,
Sanchos, Barteblys y penitenciarías. La
mismísima Sing Sing dónde murió el falsificador Monroe.
Preferiría no
hacerlo, una mano inoportuna toca a aquél tipo imaginario fulminado por un rayo
mientras fumaba su pipa en el balcón.
Entonces…
¿había sido despedido del puesto subalterno en la Oficina de Cartas
Muertas de Washington?. ¿clasificaba
cartas para enviarlas a las llamas?. Letras perdidas por cambio de dirección,
óbitos, omisiones, desengaños?......
Preferiría no
hacerlo. Rasgar pellejos de vino,
desgarrar el alma del sueño imposible de la imposible Dulcinea, repetir la
guerra contra molinos de vientos con brazos de gigante. Ursus y el imperio,
bachilleres y corredurías, caballeros andantes galopando jamelgos pulgosos.
Cárceles con césped en el patio. Y la muerte, siempre rondando la cabeza del
escribiente. Ya sé que ya saben: Bartleby.
Antes de
Kafka, del proceso, del teatro yídish. Cincuenta años antes de ser resucitado y
convertido en insecto Melville quiso ser pulga,