Buscar este blog

domingo, 7 de enero de 2018

ANTIDISTURBIOS

Cuando un antidisturbio te golpea, te golpea bien. Ellos entrenan mucho. Sus porras elásticas suenan zíis sobre los muslos, clack en el costado y trasss en las corvas, punto ideal de carga. Ya saben que el bebop es un estilo de jazz al que los músicos, jóvenes de color, llamaron de esa manera porque en los disturbios era el sonido que hacían las porras blancas contra sus cráneos negros. Un antidisturbio tiene multitud de sonidos onomatopéyicos que aplicar, pero esto ni se me ocurre comentárselo cara a cara no vaya a ser que piense que le estoy insultando.  Crass, tong, plof, uy, uy, uy. Mire usted señor antidisturbio, sea paciente y no me dispare con esa puta pelota de goma que me va a sacar usted un ojo. Pero nada, tunda, tunda. Lo que puedo asegurar, lo he vivido en persona, es que cuando usted o yo  estampamos un palazo en sus cabezas, no se oye nada. Como todos saben, la tienen llena de serrín. 


BAR

La barra del bar es estrecha y de aluminio. Limita hacia el este el salón, algunas mesas y sillas verdes. La barra suele estar habitada por personajes que provienen de la nada. Algunos resisten anclados al vaso, a sus codos y al paquete de tabaco. Surgidos ocasionalmente, hablan como espíritus en pena, dos cocacolas, dos quintos de cerveza y un vaso de vino. Ella, por ejemplo, sentada en el taburete, se confunde con el humo de la tortilla de patatas del expositor mientras bebe ron. Se ajusta la falda corta con un gesto mil veces repetido. Ora, otro habitante tose pidiendo coñac y prensa deportiva. Los habitantes, ya digo, son espurios, así que en medio del todo se evaporan por la campana extractora. Sólo quedan las botellas brillando al fondo y el tintineo de las máquinas traga perras. Un camarero de escayola intenta no moverse. Los habitantes de la barra suelen ser réplicas de sí mismos. Entre aparición y aparición, no tardan más de veinticuatro horas.

EL CLUB DE LOS ESCRITORES SUICIDAS


Hubo un día  que los escritores suicidas se juntaron en el cementerio, donde todos los borrachos juegan al mus. Hombres y mujeres, arrebatados por la claridad de la guadaña, invirtieron el proceso de creación y decidieron, sin más, poner punto final a sus vidas. La lista es larga y usaron todo lo que tuvieron a su alcance: barbitúricos, morfina, arma de fuego, alcohol, agua, gas, venenos...: 
Pavese se tomó diez somníferos que le pararon el corazón en 1950, después de su muerte le llegó la gloria literaria. Heminwway, a los 63 años, mientras descansaba en Idaho decidió poner fin a sus delirios volándose la cabeza. Mariano José de Larra, (mi admirado Fígaro), no soportó el amargo sabor del desamor y se disparó en la sien en Febrero de 1837. Jack London, (conservo un tomo con su ex libris, una cabeza de lobo nórdico) en 1916, cuando contaba con 40 años, ingirió una dosis extraordinaria de morfina. Tenesse Willians acabó con su hígado destrozado por alcohol y otras drogas en 1983. Podríamos seguir narrando cantidad de muertes parecidas, Virginia Wolf, Paul Celan, Alfonsina Storni, Joseph Roth, Kennedy Toole, Sylvia Plath, Maiakovski, Anne Sexton, Yasunari Kawabata, Horacio Quiroga, Stefan Zweig, Demóstenes, Thomas Chatterton, Primo Levi, Dylan Thomas, Reinaldo Arenas, Alejandra Pizarnik, Sándor Màrai.... y tantos que podrían llenar este folio virtual.
Pero quiero detenerme, como fisgón de este natural club, en tres curiosos casos de abandono drástico de la existencia: Uno es el conocido escritor Yukio Mishima, karateka, espadachín, samurai, ultranacionalista. El 25 de Noviembre de 1970, tras leer un manifiesto por la regeneración de la patria desde el balcón de la sede de las Fuerzas Armadas del Este en Ichigaya, se hizo rigurosamente el harakiri siendo decapitado, como marcan los cánones, por un cadete. Otro caso extraordinario es el de Emilio Salgari, al que tantos de ustedes habrán leído en su juventud. Ochentas novelas y cientos de relatos cifran la producción del autor de Sandokán, pese a lo cual pasó por penurias económicas. La locura de su esposa y el desespero económico lo condujeron en 1911 a rajarse el cuello y el vientre con un cuchillo en las cumbres del Val de San Marino. Y por último el famoso Empéclodes, filósofo patentador de la ley cósmica de los cuatro elementos. Harto ya de estar harto ascendió hasta el cráter del Etna y allí se arrojó para fundirse con el magma......

Bueno, el club de los suicidas no acaba aquí, pero es un territorio al que volveré otro día... quizás. César Pavese, al que ya hemos mencionado,lo afirmaba con clarividencia: el suicidio es un homicidio tímido.





UNIVERSALIDADES

En la constelación Draco se encuentra la galaxia Swift J6, dos sitios bastante lejanos. Allí un agujero negro se ha tragado una estrella, devorándola en sus adentros. Creo que podemos, es un decir, ver su brillo desde la azotea. Algunas estrellas acaban devoradas por las negritudes espaciales. Es cosa de la masa y la física, de las fuerzas gravitatorias, del universo en sí mismo, de la distancia que existe entre inteligencia y asimilación. 
Cada vez que estos temas rondan a mi alrededor no dejo de pensar que ocurre con la estrella digerida, es más, tampoco sé que ocurre con el agujero negro cuando se autorevira convirtiéndose en un bucle opaco en medio de la nada. Tal vez precisamente la nada proceda de esas actitudes caníbales: masa estelar atraída, muerta a dentelladas, renacida en una pompa negra sobre el centro del tapiz galáctico. Una pompa es un blup, un blup la materia a punto de desintegrarse, big bang inoportuno, soplo aleatorio. Y todo esto, amigos, a cuatro mil millones de años luz.