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martes, 2 de enero de 2018

ÁNGEL EXTERMINADOR

Tomaba té leyendo las noticias deportivas. Ella sorbía de su taza caliente con la punta de los labios haciendo un gesto característico mientras los dedos de la mano derecha fabricaban bolitas pequeñas con briznas de magdalena que habían caído al mantel durante la merienda, es una manera como otra cualquiera de definir esta escena, ella mirando a la nada, él con un periódico abierto tapando las vistas.
"Ha pasado un ángel" comentó con un suspiro la mujer. Su marido, atento a la crónica escrita de un partido de fútbol, sólo respondía: Hum.
"Creo que esta vez es el ángel exterminador", puntualizó ella. Hum, contestaba sin prestar atención. A ella le vino de súbito el impulso, (quizás ese ángel se apoderara de su alma en el instante en que se acabaron las briznas- bolitas de magdalena), el mantel se arrugaba y el mango del cuchillo curvo con el que untaba las tostadas de mermelada de melocotón se convertía en ejecutor, zas,  al centro del periódico abierto, zis, el pecho estallando con una puñalada dura que le cortaba la aorta al instante.
Hum, balbuceó él. Y ella, desatenta, volvió a sorber un traguito de su taza todavía templada.

89 CUENTOS CORTOS

Usted podría escribir ochenta y nueve cuentos cortos cuando abre el frigorífico. Hablarían del perejil y de media docena de huevos cóncavos que parasitan durante días  en gélida asamblea. No es extraña tal ocurrencia,  el frigorífico suele ser el polo norte de muchos relatos breves, considerando que los perejiles arrugados sobre un verso de Rimbaud, se presenten como escenario ideal.
Ochenta y nueve cuentos cortos no son tanto, narrarían, por decir algo, la vida secreta de los poetas sin sesera, aquellos cantores que habitan en otra latitud y se consagran a los espíritus del mal, el sueño irreverente de los decapitados por el cartel de Sinaloa, o la breve historia de un grupo de abogados cocainómanos convertidos en gang atraca bancos.
Mejor, la de un grupo de banqueros cocainómanos convertidos en gang atraca abogacías, quizás en huevos apoyados sobre la maldita fresquera con olor a perejil.
Los versos más tristes esta noche de Neruda fabrican telarañas en el depósito de cadáveres….. escritos mínimos frigorizados emanan del vacío absoluto, de la soledad  explicada por León Felipe “narradores de cuentos, el gusano no se chupa el caramelo de la cola, no es un cuento, es un sueño que camina”. Acaso a estas alturas el mismo León Felipe sea un sueño, un gusano, un caramelo.
 Especulaciones sobre brevedad en ochenta y nueve textos chocan con la puerta abierta, ésta nevera es una morgue casual donde seis huevos cóncavos velan la agonía del perejil o la triste melodía del saxo de Stan Getz, y  usted, tan dispuesto a escribir para dormir un poco más, (¿dormir y escribir es lo mismo?), intenta cerrar la puerta escabrosa de gama blanca y volver sobre sus pasos, retroceder hasta el origen mismo de la letra primera, una capitular agujereada por las espadas de la razón.
Ochenta y nueve cuentos breves sin sentido, demenciales, disparatados, llenos de boquetes de fusil.





VISIONES COTIDIANAS

Comenta Melville en la triste historia del escribiente Bartleby, como andando por la ciudad divisó a un hombre en una ventana. Preso en la tormenta de un rayo feroz, quedó negro y azul, carbonizado, en la misma posición sorprendido. La imagen, espectacular y apocalíptica, estuvo durante horas sujeta a las inclemencias del horrible aguacero que esa tarde agónica había sorprendido a los habitantes de la villa. Y en la llegada de la bonanza, cuando intentaron recomponer el cadáver apoyado en el mirador, aquél se deshizo en cenizas y briznas de carne quemada, cayendo al exterior trozos del cuerpo asado. Recuerdo esto contemplando el rescate de un trabajador muerto en instalaciones de alta tensión, doblado sobre sí mismo y el arnés, morado, espumajoso, descendido desde su infierno particular por los bomberos, directo al furgón mortuorio.

BAJO EL VOLCÁN

"Un pinchazo en el pecho acaba despertando al tipo que dormita con los pies sobre un cojín apoyado en una mesa baja de color caoba. Está tapado con una manta que le da confort. 
En televisión  un reportaje sobre koalas y peleas sexuales marsupiales parpadea en  el centro del comedor con persianas bajadas impidiendo ver las nubes oscuras, cenizas volátiles del volcán que hace una hora ha entrado en erupción apenas a doscientos kilómetros de allí y que el viento de poniente mueve, arrastra, extiende.
El pinchazo en el pecho ha sido una mera reacción muscular, piensa mientras bebe agua con pastillas ex profeso. A pesar de estar encerrado en casa, el olor a fragmentos  piroclastos, bombas ígneas, escorias, gases, lapillis, inunda el ambiente. Koalas en televisión arañándose, comiendo eucaliptos y trepando por los troncos del bosque arrasado.
El volcán, que sigue expulsando lava cruenta,  provoca un auténtico caos en la región. La desbandada precede al pánico; las autoridades se ven forzadas a disparar contra revueltas y saqueos. Un corredor marcado por  especialistas militares trata de evacuar a la población. Las emanaciones dificultan cada vez más todo procedimiento. Cientos de personas caen asfixiadas por las calles. Diáspora de coches y furgonetas equipadas con ropa y neceser de supervivencia.
Este pinchazo sigue, maldita sea, piensa, así que toma nitroglicerina sublingual para el angor pectoris, la base de la lengua se pone ácida debido al citrato de cafeína, siente mucho dolor, antes ya ingirió un betabloqueante.
Un koala invasor reta al macho alfa y lo muerde casi a muerte, revolcándolo. Afuera el cielo parece rojo y los disparos lejanos advierten de la algarabía.
Apoyado sobre un cojín reposa con la lengua hinchada, la respiración extraña, dolor incesante. Definitivamente el fin del mundo comenzó hace un rato."