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jueves, 21 de diciembre de 2017

VAGUEDADES Y ALMA


El invierno irrumpe  a las seis de la tarde en una playa cualquiera, espigón de amores, posidonias y orines de espuma en la orilla.
 Así se improvisa: uno arma el colt, desenfunda, intenta volarle la sesera a los acontecimientos y ve sorprendentemente que ya no están, falsa alarma, han marchado con el viento de poniente que trajo temporal a la costa.....
Encima de los deltoides, (lleno de nudos), tengo pellizcos de dedos crujientes, de uñas de gel rotas, pellizcos que alivian la tensión de mi cuerpo. Hablábamos de dolores del alma, de vacíos, de sufrimientos indescriptibles. Esta claro que si no llego a esas profundidades no llego a ninguna otra: es necesario calar el fusil y adentrarse en territorios negros, espesos, junglas pobladas de alimañas dispuestas a devorarte, es necesario blandir la espada, el machete, cortar el ramaje... ¿qué sino?, ¿a dónde ir de lo contrario?... toda sería mentira, fugaz, solo fachada. 
Los recónditos territorios del alma, maldita sea: “El límite de cada dolor es un dolor mayor.” Pero quiero combate, quiero y necesito ese combate, esa batalla cruenta que librar.

 Es misión de nos, asesinos profesionales, entrar en  deliberaciones, interrumpir lágrimas o no, mejor beberlas, exhibir la técnica del sumiller, apreciar los taninos torpes de tanto llanto. Es de justicia tener esa oportunidad mientras el invierno irrumpe a las seis de la tarde en una playa cualquiera, espigón de amores, posidonias y orines de espuma en la orilla.......

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