Buscar este blog

miércoles, 27 de diciembre de 2017

BOCAZAS

Tengo un amigo  en edad palmatoria. Bueno, en realidad tengo varios amigos en esa circunstancia. Está harto de repetirle a su mujer que en caso de muerte súbita, (a la muerte pacientemente conseguida llaman ahora súbita), haga el favor de cerrarle la boca. Ha ido a muchos velatorios y, salvo delicatessen del tanatopráctor, caso raro, los fiambres siempre tenían la boca dubitativa. Le comento que pensar en poses estéticas moribundas es un poco retorcido, pero contesta con autoridad: tío, mi boca ha de estar cerrada.
Lo comprendo, no en vano soy un charlatán extrovertido al que la boca le gastado más de una putada. Resecarse cuando menos lo esperaba, o doler, o hincharse a decir tonterías, o que me la partieran por un quítate allá esas ligas. Cosas de un bocabierta sin remisión. Ya saben que hubo un papa que murió por abrirla demasiado al beber agua. Una mosca revoltosa lo atragantó hasta la vida eterna. Como dice Galeano aquél papa murió de mosca, aunque es evidente que la mosca murió de papa. Tiene razón severa mi amigo. Los bocabiertas han sido siempre una calamidad para la humanidad, aunque el feudo machista aplaudiera enormemente a garganta profunda, verdadera paladina de las bocas abiertas. Me da igual la pose al morir. Me da lo mismo palmar empalmado que empalmar palmando. Boca y ombligo, ética y estética. Lo importante, digo yo, es poder contarlo. Y que corra de boca en boca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario