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domingo, 14 de enero de 2018

ECUACIONAL

Lo peor que me podía ocurrir es topar con una ecuación de grado complejo. Y me la encontré en el descansillo de la escalera, escrita en una pared. El destino sabe que otrora huí de las matemáticas y del álgebra como del neoliberalismo internacional: ambas pestes producen sarpullidos dolorosos. Y allí estaba, afectado, sin soluciones para despejar. Tampoco sé si la efe inyectiva se podía aplicar a cada uno de los dos miembros de la incógnita. Créanme que no me moví al menos en dos horas, los sesos se derretían en el cálculo infinito y las desgastadas meninges protectoras entraban en negativo.
Entonces apareció la vecina del cuarto, que bajaba las escaleras haciendo deporte en chándal. Un chándal ajustado resaltador de cualidades atléticas, cualidades, claro, que no iba a dejar de apreciar. Y en un tristrás, nada, sacó rotulador solucionando el asunto ecuacional. ¿Ve?, comentó, no es tan complicado. Astronauta, le dije, es usted una astronauta. Que simpático, contestó riendo. Y siguió bajando escaleras, plim, plom, gimnásticamente.
(Nota: mis vecinas con chándal siempre llevan un rotulador encima para solucionar ecuaciones escritas en las paredes). 

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