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viernes, 12 de enero de 2018

INCIDENTE AÉREO

Aterrizaron con gran susto en el cuerpo. El avión entró en una serie de turbulencias y baches. Cuando una azafata pasó casi a la carrera avisando que se abrocharan los cinturones y adoptaran posición de seguridad, todos los pasajeros experimentaron la primera sensación de temor. Un crujido seguido de súbito descenso hizo que el temor se convirtiera en pánico. Mascarillas de despresurización y ojos asombrados. Así hasta la estabilidad del avión apenas tres minutos después, con las consiguientes quejas y ataques histéricos del pasaje.
En salidas ya esperaba prensa y televisión, alertados del incidente. Muchos expresaron su disgusto feroz con la compañía, que, como es norma, no se había dignado a dar explicaciones ni parecido. Todos entraron en la terminal enfadados y descompuestos, todos menos Gustavo Cañar.
Este ecuatoriano bajito de mediana edad declaró ante una repórter inquieta que buscaba carnaza con su micrófono. "No sé, en esos instantes tomaba otro buchito de güisqui y me pareció divertido el sube baja del aparato". "¿No se asustó?"... .... "No le dí mayor importancia. Los demás pasajeros nunca subieron en mi burra Casta por los senderos y barrancos de Pujilí. Aquello sí es pánico y no el tiovivo aéreo". Tranquilamente Gustavo Cañar sacó su petaca de licor y repitiendo un trago dijo, "va por Pujilí, hermanos". 


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