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jueves, 25 de enero de 2018

IRREVERENCIAS

 Reconozco que siento una atracción irresistible e intelectual por la iconoclasia y la irreverencia. Pudiera parecer un defecto del carácter, en  caso del mío pudiera parecer una deformación cultural: no está bien ser intolerante. O pudieran ser ambas cosas, pero no me importa. Los símbolos son importantes en la relación de las sociedades porque se convierten en morales y repugnantes seres de control absoluto.
 El simbolismo deísta, el deísmo en sí, es una claudicación, una oclusión de la vieja aspiración libertaria. A través del icono (representación del poder) los sacerdotes, siempre togados y poseedores de la verdad que el libro les cita, (un libro que ellos manejan para poder manejar), venden nuestras liberaciones al orden armado: bajas pasiones, celos, miedos, sexo, concupiscencia, sabiduría, filosofía, razón, ciencia. El icono,  símbolo- dios, intenta controlar este progreso evolutivo. Por eso creo en la  caricaturización de los mesías, "elegidos" al servicio de una ideología ajena a la realidad. Decididamente la irreverencia, la mofa, aparte de ser sano ejercicio, pone en su sitio a lo sagrado. Tan vulgar y mundano.


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