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martes, 9 de enero de 2018

LA FUMADORA

 "En la manera de matar la colilla contra el cenicero se reconoce a la mujer cruel". Gòmez de la Serna.
Ella no mataba con simpleza la colilla, al contrario, la estrangulaba, retorcía su brasa humeante igual que el pescuezo de un pollo borracho. Aún así, al ver que un leve chisporroteo producía una cañita suave de humo blanco, atisbo de última gota de oxígeno, volvía a apretar cruelmente la pava contra el cristal del cenicero, grueso y cóncavo.  Levantó la vista y me miró de refilón. Creo que pensó que yo la había descubierto maltratando el mundo imaginario de su alrededor, dejando la certera pista criminal de su barra de labios contra la boquilla. Sólo dijo ejem entre carraspeo y gutural, un sonido impreciso que imaginó explicar: ... "vale, de acuerdo, ¿y qué? capullo, ¿y qué si has visto como elimino violentamente mi circunstancia?, acaso ¿eres mejor, eres diferente?, ¿acaso nunca asesinas lo que te rodea, estúpido?". Luego abrió la puerta del comercio y entró dejando un halo embriagador a tabaco rubio y perfume barato. Permanecí un instante detrás de ella viendo como andaba, vaivén elegante. Supe que hasta el próximo cigarrillo, volvía a ser la persona amable que se le presuponía. 

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