Buscar este blog

martes, 9 de enero de 2018

RING-RING

El teléfono tiene vida propia. He llamado a la compañía y he pedido explicaciones. Tengo contratada una línea con ustedes, digo. Y no la quiero. Un robot ha intentado que siguiera, para esa cuestión, ciertos pasos determinados. (Los robots siempre intentan que sigas pasos determinados). Después de horas y horas, una humana me ha explicado desde Perú o Chile que por fin he terminado el contrato con la casa.   Cuando ha dicho "la casa" he sentido un escalofrío en mi espalda. Por un instante recuerdo el castillo de Nosferatu, la tumba de Belfegor, el aliento de la bestia. El caso es que, creyéndome liberado de llamadas inoportunas, he estado a punto de celebrarlo. Ha sido intentar descorchar el Cariñena, cuando ha vuelto a sonar. Tan fatídica melodía me tiene hasta los mismísimos. Desmontando el aparato, veo sus tripas. Cables y pequeñas láminas con circuitos. Deduzco cual obedece al sonido y corto el cable verde. Como quiera que ha vuelto con el soniquete, he cortado el cable rojo. Un humillo negro con olor a plástico quemado parece que alegra la tarde. Y en esas estaba, intentando contarles a ustedes como el teléfono tiene vida propia, cuando, desde la carcasa desmontada, sus chips desconectados y  cables cortados, ha vuelto a sonar. Lo acabo de lanzar balcón abajo, (vivo en un décimo). Sin embargo, desde aquí, al rato, alcanzo a recibir su estúpido y debilitado tono. Si no empeora la situación, calculo que en minutos perecerá definitivamente. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario