Buscar este blog

martes, 9 de enero de 2018

EN LA DUCHA

Un hombre de sesenta años está en el cuarto de baño frente al espejo. Oye por la radio un partido del Barça mientras piensa en la intrascendencia de la vida y la muerte y se mira reflejado desnudo.
 Empieza afeitándose la barba canosa y dura, que pica como cuando era un adolescente. Elige patillas anchas y perilla, elige apurar en torno a los pelos furibundos que se rebelan contra él. En la nariz, dentro de las orejas, en las cejas desordenadas. Siempre ha pensado, incluso cuando no pensaba, que es otro. Que él no es él, aunque se reconozca en imágenes, en fotografías ajadas, en gestos de sus hijos. Mierda biológica, capaz de contaminar para siempre a generaciones venideras.
 Se ha cortado un poco con la maquinilla de afeitar y ve en el espejo correr sangre desde el cuello hasta el pecho. Un hilito rojo que se desliza por el mapa de la piel. Pecho, barriga ondulada, ombligo; fino hilo rojo que parte y acaba, que se enturbia con el agua templada o languidece cuando aprieta con el dedo. Suena gol en la radio y el hombre mirando al otro, al que no considera él, se alegra. Decide entrar en la ducha. Entretiene el instante con el gel perfumado, con las pompas que se escapan del tarro rosa de peuvecé.. Definitivamente se seca con una toalla  pensando en despedirse del otro, del ser que siempre, en la soledad del baño, parece que es el que ocupa su vida.



No hay comentarios:

Publicar un comentario