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domingo, 28 de enero de 2018

LINDES

Las ramas del olivo centenario invadían las lindes. No llegó a un acuerdo con su hermano, propietario anexo, así que el juez tuvo que dilucidar. Todas las hojas y frutos que invadieran su finca habían de podarse. El árbol se agigantó de esta guisa: hacia el oeste florido de aceitunas, pájaros y hojas, por el este seco como las tardes de estío en la campiña.
 Descubrió que las raíces se adentraban en la propiedad. Más denuncias. El juez, esta vez, aplicó otra lógica: "las raíces por naturaleza propia forman parte de un todo indivisible". No podían cortarse.
 Recapacitó e hizo ver que aceptaba la sentencia. Luego buscó al hermano:  "Las bases se adentran en mis propiedades, arráncalas". "Ni hablar, son intocables, mira los papeles del juez"
La ira era una sombra negra en el encéfalo. Encendió un cigarro y buscó la azada. Le machacó la cabeza. Anduvo hacia el olivo pensando: "antes ahorcado que reo". Hacia el este, dentro de su finca, ningún soporte ni sombra. "Vaya", dijo.

Acabó con la soga en el cuello, basculando en el aire por el oeste, allende su heredad.

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