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jueves, 11 de enero de 2018

OLÉ

Vino el ánima de España  a rescatarme de la podredumbre, la fiesta nacional, la fiesta de Blas, la cigüeña herida en el campanario, el obispo hinchándose a chistorra,  los albaricoqueros. Vinieron de la nada un puñado de anónimos fantasmas, ectoplasmas con etiqueta negra, negra de facha, negra de taberna a grito limpio y pelado.  Hablan algunos de una noticia local, puntual, hace apenas media hora entre cañas: A la tipa esa que ha abandonado al neonato en un portal  habría que encarcelarla. No, la pondríamos en la calle, amarrada, castigada. ¿Pero y si proviene de la marginación?, ¿Que mayor castigo que la marginación?, ¿porqué no cárcel a los que fabrican marginación?. 
Nadie conoce a nadie, olé torero y olé. España y yo somos así, señora. Me amenazan por el rollo de los toros y del despropósito neocon, métase usted los abogados del diablo en los cojones, métase usted las reflexiones en donde le quepa, esto es tradición, intocable, los santos, el cura con el badajo colgando, la luna que mira al toro enamorado. Pero yo me la llevé al río creyendo que era mozuela y luego tenía marido... extraordinario, machote, hombretón, prebenda, preboste, empalmado. Vino la España profunda a visitarme cuando yo dormía, vivan las cadenas, viva la sagrada cruz del monte aquél del pueblo aquél por donde pasa el río en el que te ahogaremos. Y ladran: cabrón, te has metido con las entrañas patrias, no eres normal, hay que castigarte porque insultas con el pensamiento, patán, gañán....., la selección, los ministros de guiñol, los toros y sus toreros, nuestras entrañas y olé. 

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