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miércoles, 31 de enero de 2018

YO, MIRADOR

A veces me dedico a mirar pies, tobillos, zapatos. Casi nunca paso de las rodillas. Lo hago desde una terraza cualquiera. Es cuestión de encuadres, puro ejercicio. Pies que andan o están quietos o se rascan o se esconden de sus compañeros. Pies pisando, zapatos, zapatillas, chanclas, sandalias: pies. 
Otras veces me dedico a encuadrar manos.
 Todo un repertorio: manos colgantes, parlantes, expresivas, violentas. Manos con dedos y dedos sin manos. Manos negras, blancas, amarillas, incluso verdes, manos. 
Sin embargo, para perjudicar la naturaleza crítica que me invade, suelo alterar el orden de manos y pies, los unos en lugar de los otros. 
El resultado mental es espectacular: gente que camina con las uñas, con las palmas, con el dedo índice. O personas que en vez de hacer un corte de mangas  dedica un corte de pies, así tal cual, juntando espinilla contra espinilla, rótula contra rótula. Convertir al público que pasea en otro público cambiado, extremidad por extremidad, crea un ambiente anómalo que agita mi deseo efervescente de no ser nadie.
 Para mañana, lo prometo, tengo preparada otra singularidad: dedicarme a mirar sólo ojos. Ya les contaré.





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