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miércoles, 20 de diciembre de 2017

CORAZONES

Dentro del útero nuestro principio de corazón es el mismo que el de cualquier gusano. Muta a corazón de pez, más tarde anfibio y reptil, para, sin más, convertirse en corazón de persona y de cerdo. Los dos son idénticos, músculos perfectos de bombeo, tira fibrilar enrollada sobre sí misma helicoidalmente. Entre un gusano y un cerdo la evolución ha querido desviarnos por senderos antónimos, de todos modos, como pueden sospechar, el interior de los seres no difiere mucho. Conozco a algunos y algunas que son auténticos gusanos, reptadores, procesionarios, babosos. Otros otras, ustedes lo saben bien, tienen corazón de pez, cerebro de pez y cara de atún, y los más, reptan entre dos aguas o se llevan perfectamente con porqueros, acostumbrados como están a dormitar en pesebres de inmundicias. Dentro del útero todo es relativo, universo definido y exacto de proteínas, vitaminas o elementos químicos que definirán quienes somos, a donde vamos y que malísima gente seremos. Mi corazón de cerdo, antes gusano, está herido de guerra. Una flecha rota de sioux combativo se clavó en el lateral. Por eso. 


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