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sábado, 6 de enero de 2018

EL PADRINO Y SINATRA

Frank Sinatra entró al restaurante con una sola idea en la cabeza: asesinar a Mario. Detrás  un par de amigos intentaban convencerlo de lo contrario. Sabían que llevaba un 38 en la cintura. Frankie estaba muy enojado. Y colocado. 
En la mesa del segundo salón, perfectamente iluminada de ámbar, Mario comía  entrecot con salsa de nata y arándanos. Estaba solo casualmente, su editor había salido un momento al baño. Nueva York temblaba de frío, invierno de inviernos y nieve. Sinatra le espetó directo: "-¿Te ayudó el FBI a escribir el maldito libro?, debería de romperte las piernas hijo de puta." Por suerte sus amigos frenaron al iracundo actor. A regañadientes lo sacaron del segundo salón entre gritos y gestos alterados. Mario no se inmutó, sólo entretuvo su mirada en los restos rosados del filete casi acabado en el plato gigante. Sabía que aquél enojo respondía a una previsible realidad: Sinatra era Jhonny Fontane en la novela, cantante convertido en actor gracias a la mafia. El personaje no dejaba nada bien al hombre de ojos azules.
Mario Puzo palmó hace años. Fue escritor de poca fortuna y muchas deudas, (como casi todos), pero acertó a escribir su obra magna "El Padrino", y acertó pactando con la Paramount  sueldo y publicación. El Padrino, 1969, se convirtió en superventas pasando 67 semanas en la lista de los más vendidos de The New York Times.
 (Curiosidades: el escritor confesaba que no había conocido a ningún gángster y que toda la documentación que aportaba a su trama la había sacado de los casinos de las Vegas, observando...)
Cuando la productora puso en marcha el proyecto cinematográfico, Joseph Colombo, capo de una de las cinco familias de Nueva York, intentó detener la adaptación. Colombo controlaba, (sus sucesores siguen controlándolo), el sindicato laboral Teamsters y, amén de dos bombas sin heridos, forzó la negociación con los productores del film. El primer paso -asegurar que la película no identificaría el crimen con la comunidad italiana- no se cumplió de ninguna de las maneras. De todos modos el capo dio su visto bueno: la palabra mafia no se pronunciaría en el film. Y así fue.
Durante el rodaje los gángsteres fueron habituales, y aunque excluidos de la premier  en 1972, tuvieron su propio pase privado. Fue tal la conmoción que les causó la película que empezaron a adoptar la palabra "Padrino" y la música de Nino Rotta como banda sonora en bautizos y bodas. (Aquí ocurre un poco como con "Camorra", de Roberto Saviano, donde  descubre todos los tics peliculeros, -incluido el modo de disparar nada "profesional"-, de los matones adscritos a la camorra napolitana).   Hace años que palmó Mario Puzo. De entre todas sus novelas, la trilogía "El Padrino", su adaptación cinematográfica, y sus innumerables secuelas han pasado paralelamente a la historia del cine y de la literatura de gran consumo. Merecidamente.






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