Frank
Sinatra entró al restaurante con una sola idea en la cabeza: asesinar a Mario.
Detrás un par de amigos intentaban convencerlo de lo contrario. Sabían
que llevaba un 38 en la cintura. Frankie estaba muy enojado. Y colocado.
En la
mesa del segundo salón, perfectamente iluminada de ámbar, Mario comía entrecot con salsa de nata y arándanos. Estaba solo casualmente, su
editor había salido un momento al baño. Nueva York temblaba de frío, invierno de
inviernos y nieve. Sinatra le espetó directo: "-¿Te ayudó el FBI a
escribir el maldito libro?, debería de romperte las piernas hijo de puta."
Por suerte sus amigos frenaron al iracundo actor. A regañadientes lo sacaron
del segundo salón entre gritos y gestos alterados. Mario no se inmutó, sólo
entretuvo su mirada en los restos rosados del filete casi acabado en el plato
gigante. Sabía que aquél enojo respondía a una previsible realidad: Sinatra era
Jhonny Fontane en la novela, cantante convertido en actor gracias a la mafia. El personaje
no dejaba nada bien al hombre de ojos azules.
Mario
Puzo palmó hace años. Fue escritor de poca fortuna y muchas deudas, (como
casi todos), pero acertó a escribir su obra magna "El Padrino", y
acertó pactando con la Paramount sueldo
y publicación. El Padrino, 1969, se convirtió en superventas pasando 67
semanas en la lista de los más vendidos de The New York Times.
(Curiosidades: el escritor
confesaba que no había conocido a ningún gángster y que toda la documentación
que aportaba a su trama la había sacado de los casinos de las Vegas,
observando...)
Cuando
la productora puso en marcha el proyecto cinematográfico, Joseph Colombo, capo
de una de las cinco familias de Nueva York, intentó detener la adaptación.
Colombo controlaba, (sus sucesores siguen controlándolo), el sindicato laboral
Teamsters y, amén de dos bombas sin heridos, forzó la negociación con los
productores del film. El primer paso -asegurar que la película no identificaría
el crimen con la comunidad italiana- no se cumplió de ninguna de las maneras.
De todos modos el capo dio su visto bueno: la palabra mafia no se pronunciaría
en el film. Y así fue.
Durante
el rodaje los gángsteres fueron habituales, y aunque excluidos de la
premier en 1972, tuvieron su propio pase
privado. Fue tal la conmoción que les causó la película que empezaron a adoptar
la palabra "Padrino" y la música de Nino Rotta como banda sonora en bautizos y bodas. (Aquí ocurre un poco como con "Camorra", de Roberto
Saviano, donde descubre todos los tics peliculeros, -incluido el modo de
disparar nada "profesional"-, de los matones adscritos a la camorra
napolitana). Hace años que palmó Mario
Puzo. De entre todas sus novelas, la trilogía "El Padrino", su
adaptación cinematográfica, y sus innumerables secuelas han pasado
paralelamente a la historia del cine y de la literatura de gran consumo.
Merecidamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario