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lunes, 15 de enero de 2018

PALMARLA A SABIENDAS, STEVE JOBS

Hablaba Steve Jobs en una excelente conferencia, que ni siquiera sabía que demonios era el páncreas. Le creo. Un día aparece uno en una consulta y le dicen: claros indicadores tumorales en el epidídimo. Entonces el paciente mira a los lados, arriba abajo, el epidídimo no aparece en su perímetro, ni siquiera puede hacerse una composición de lugar, una reproducción mental que justifique su búsqueda. Uno tiene tumores en algo que no logra identificar, asunto ansiolítico, créanme.
 Un paciente amigo le preguntó un día a un médico que coño era eso llamado mediastino. El médico, muy educado, le dijo que esperara un instante. Y le regaló, al cabo, un manual básico de anatomía. Gracias a la lectura conjunta del susodicho libro, me enteré que la glándula de Cowper ayuda a lubricar de preesperma el conducto de la uretra, asunto que me  ha funcionado sin obstrucciones tumorales  este más de medio siglo largo de vida absurda.
 Jobs en esa conferencia absorbe a la muerte, su muerte, como consecuencia justa de la vida, acepta el trámite, lo banaliza . Admite que la parca no entiende de anatomías camuflada para operar con tranquilidad. Igual aparece de repente, que envuelta en un desgate celular irreparable. Cuando esto ocurre es inútil conocer el órgano afectado: aquí le presento a un neoplasma maligno, aquí un amigo, oiga. Y más allá, esa chica rubia con minifalda y guadaña espera para tomarse una copa de éter eterno contigo. Mejor de zumo de manzana, Jobs dixit.


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