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jueves, 18 de enero de 2018

DEPORTISTAS, LIBROS, COTORRAS Y ESPERA

Entretengo la tarde esperando una cita en el hall de la consulta. Dos señoronas pintadas como los indios apaches  cotorrean enfrente mía con el culo hundido en mullidos butacones. Para abstraerme rebusco en una pila de revistas atrasadas que reposan encima de una gran mesa de cristal. Arquitectura. Me interesa. Hojeo y leo las negritas. Edificios artísticos de difícil equilibrio, puentes de Calatrava, artículos sobre Florencia y una cosa sobre enanos en el jardín. Enanos de blancanieves, gnomos azules  con seta, con barretina, con barba, sin ella, meones. Se me ocurre de pronto que en vez de moldearlos con la cosa en la mano meando, podrían aparecer con el pene erecto, abultado.
Aparto rápidamente ese pensamiento, las cotorras carraspean toses y comentarios sobre el programa televisivo de ayer. Deduzco que sólo hay un programa o una clase de programas que las imitadoras de loros pueden ver. Pasando hojas aterrizo definitivamente en un reportaje cumbre: la casa de un deportista famoso. Pedazo de chabola. No se cuantos metros, jardín, piscina olímpica, gimnasio, sauna. Fotos del baño. Jacuzzi, hidromasaje automatizado, espejos paneles, plasma de un millón de pulgadas. Miro de soslayo a las damas que siguen su trino impío despellejando frases. Remiro la portada de la revista, sí, arquitectura, no es  Hola. ¿Que pinta un reportaje fotográfico sobre un futbolista en una revista pseudotécnica?....... La casa posee televisiones en todas las estancias, grifos de plata y oro, cocina de la nasa, pero.... ¿y libros?. No hay ni un puto libro. ¿Ni diccionarios?. El millonario deportista con cara de gilipollas no tiene ni un sólo libro. Ni tan siquiera el kamasutra en la mesita de noche. El millonario sólo tiene televisores de plasma carísimos y un garaje como el parque de mi barrio. Y cochazos. Pero, entonces, cuando una mañana se levante y oiga la palabra idiota y quiera saber el significado real, la base etimológica, ¿que hará?.......     Andaba en estas cavilaciones cuando las cotorras interrumpieron su charla. ¿Ahora entrará usted caballero?. En el aire un tufo a perfume pringoso de barra americana me golpea el olfato. Sí, creo, cuando me llamen. Y bajo la vista hacia las fotos de la revista. La muela sigue doliendo, la moral aún más. Cierro  páginas y rebusco otra vez en el montón de la mesa.  Un Interviú con un pedazo de tonta en bolas de portada. En ese momento una enfermera sale de la consulta y me llama por el apellido. Joder. Me levanto mientras las cotorras sonríen saludándome con un movimiento de mano. Advierto en la sonrisa entrevetada de carmín puteril como un diente de oro brilla en la intimidad de sus bocas. La enfermera  me recibe con simpatía fingida.......  Tarde de enanos, deportistas y cotorras. 

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