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jueves, 18 de enero de 2018

SENDEROS LITERARIOS

Créanme que las pistas literarias poco a poco han acabado llevándome hasta una senda de elefantes invisibles, dueños de universo cristalino, pisa terrenos abruptos, imaginarias bestias de perdición. La casualidad cotidiana, un gesto concreto, hace que acuda a los estantes y vuelva otra vez a las letras de Bierce. Ambrose hace mucho que me fascinó, su "Diccionario del diablo", fue y es, libro de cabecera obligatorio.      Pero esta vez desempolvo "El maestro de ajedrez de Moxon", historia que "bitter Bierce", (amargo Bierce), escribe en 1893 y publica a principios del siglo XX, 1909. Hoy, el gesto de un homicida en una foto de prensa, gesto pensativo, parecido al de profesores, escritores o ensayistas, al mío mismo, me transporta a las páginas del cuento donde Moxon lucha, es un decir, contra un autómata invencible.    Mecanismo sin alma, jugador de ajedrez compungido que, al saberse derrotado se rebela contra su creador y, sin alterar el gesto pensativo, lo estrangula con sus manos de hojalata. Algo parecido a lo que el programa informático Deep Blue intentó con Kasparov cuando perdió su primera partida. Sólo que Deep Blue no tenía insuflando el fuego de Prometeo, o quizás sí, por eso esperó pacientemente, para en una última y definitiva vez, humillarlo sin compasión. La muerte de Moxon, el ambiente de duermevela, la lluvia tintineando sobre los tejados.
 Bierce, gran maestro del cuento. Terror, intrigas, ironía. Heredero de Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne o Herman Melville, los supera con creces en atmósferas y situaciones. Maupaussant y Lovecraft bebieron de sus tintas hasta el punto que éste último acabò tomando elementos de la obra para incorporarlos a los "Mitos de Cthulhu".
   Comenté al principio que las pistas literarias  conducen a una senda de elefantes invisibles. Todos los mencionados más Calvino, Kafka, Bioy, Borges, Cortázar, Hoffmann, Turing, colindan en cruces malditos para acabar fundiéndose dentro de las nubes negras de los autómatas asesinos de maestros ajedrecistas. Por cierto, Bierce, se largó un buen día a México, uniéndose a las filas de Pancho Villa. Lo último que se supo de él es que andaba por Chihuahua. Desapareció, sin más. Lovecraft habla de esa desaparición en el cuento "El que acecha en el umbral". Antes de marchar dejó escrito: "Adiós. Si oyes que he sido colocado contra un muro de piedra mexicano y me han fusilado hasta convertirme en harapos, por favor, entiende que yo pienso que esa es una manera muy buena de salir de esta vida. Supera a la ancianidad, a la enfermedad, o a la caída por las escaleras de la bodega. Ser un gringo en México. ¡Ah, eso sí es eutanasia!"


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