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miércoles, 6 de diciembre de 2017

FUNERAL

Sebastián López eligió el modo de morir, incluido velatorio y entierro. Según lo planeado se dispuso todo en el orden consiguiente:
Apareció ahorcado en un pajar dos días después de haber enviado una misiva certificada al puesto cuartel más cercano, de modo que sin más, cuando acudieron los guardias estaba recién colgado como pata de puerco nueva, fresco y sin rigor todavía.

 El velatorio había sido pagado a una compañía de plañideras y  previsto desde las diez de esa misma noche hasta el momento mismo del funeral, como con toda naturalidad ocurrió. Para el entierro, rodeado de pompas,  se trasladó desde la capital una calesa con dos jamelgos de crines largas, una banda de música que no cesó de tocar "Paquito el chocolatero", y dos señoritos con  sombreros de copa Walton negro , pagados todos a tocateja y por escrito ante notario. A Sebastián lo metieron en el mejor ataúd del muestrario.
 A pesar de su suicidio, los curas al justiprecio, le dieron sepultura en suelo santo, justo al lado de la zona donde aquél último mes meditó su honesto fin.




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