Para Genovés, un habitante del parque
que duerme detrás de un busto y se resguarda de la lluvia metiéndose en una
suerte de gatera con tejado de uralita, la realidad es el poso de la
irrealidad. Bebe vino barato malo, pero no mucho, no es un indigente al uso.
Comiendo queso, una mañana de mariposas y olor a flor de
almendros me comenta con tranquilidad: "triste
vida la de los menesterosos. Entre la pobreza y la miseria sólo una ligera
lámina invisible: mientras eres pobre y aguantas, la miseria intentará alcanzarte.
Es cuestión de realidades e irrealidades".
Genovés es un personaje
curioso. Visto así, recién lavado, no parecería un dejado, abandonado de la
sociedad. Pero lleva diez años en la calle, comiendo, durmiendo, leyendo y
muriendo a retales, como si la vida no fuese con él. "Mira, es cosa de la realidad, repito. Son los planos físicos los
que crean la circunstancia, los otros, los metafísicos o cuánticos juegan con
la probabilidad, y eso hace desaparecer el mundo tal y como lo concebimos
culturalmente. Yo estudié en una época de mi vida teorías filosóficas y
físicas, teorías del conocimiento. Pero la calle me ha enseñado a distinguir lo
inventado como concepto y el concepto mismo de inventar, miles de veces verás cómo
se funde lo ocurrido con lo que ocurrió. El recuerdo es penoso y las ciencias
sociológicas y jurídicas se han encargado de domesticarlo. Es la única manera
de conseguir la convivencia."
Genovés levanta y se marcha,
dice que tiene prisa, que caminará hasta la playa para conseguir alguna moneda.
Cuesta abajo, altivo y meditabundo.
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