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martes, 16 de enero de 2018

CAÍDAS BURSÁTILES Y OTRAS ZARANDAJAS

Siempre que oigo o leo lo del desplome de las bolsas me acuerdo de Gila y sus pobres de solemnidad. Desde que tengo uso de razón las bolsas se habrán desplomado mil quinientas veces, mientras la recesión, ese ente aglutinado de vaya usted a saber qué, se apodera de las calles cual vulgar mosca de verano. Cuando era joven, divino tesoro, solía regodearme imaginando cracs en las bolsas y banqueros defenestrándose desde las alturas de esos despachos que yo veía, pero que nunca jamas pisaba. Banqueros e inversores pegándose un tiro en la boca, cayendo desde una torre gemela o ahorcándose en los bancales del extra radio. Pero eso era antes, cuando las crisis bursátiles tenían que ver con lo inmediato. Ahora es más difícil, ya que los ricos enseguida colocan sus pertenencias en el fondo de una obra social para que el pueblo, los sindicatos, los partidos revolucionarios, las iglesias y los asamblearios defiendan sin más sus dineros y a los trabajadores que los vigilan. 
Por eso estas cosas del desplome, del advenimiento del apocalipsis, de la tercera guerra mundial, (la guerra mundial está dividida, de momento, en tres partes), o del crac económico del país, no me lo tomo muy en serio. Nadie se tira por los ventanales acristalados, nadie va a la cárcel a expiar su apropiación indebida, (pocos y rápidos), nadie se vuela la cabeza, todos los que tenían divisas, siguen teniendo divisas y todos los menesterosos de solemnidad acaparan pura marginalidad, penúltima capa de cebolla del sistema. Precariedad, hipotecas abusivas, corrupción, alienación, salarios topes, horas extras ilegales, contratos basuras, no contratos, paro irreversible, miseria, puta miseria......
Decía que me acordaba de los pobres que Gila pintaba: paupérrimos de posguerra, mutilados, hambrientos pedigüeños que sosteniendo la mano abierta oían del señorito: "de acuerdo, le voy a dar una limosna, pero por favor, explíquele a mi mujer como hace para no comer". 

Que el capitalismo salvaje se defiende como gato panza arriba para no repartir, es algo obvio. Un buen puñado de empresarios, miserables creadores del norte y sur, deciden hasta dónde debe de llegar el fin del mundo. Y todos bailan el tango, aunque sea cacerola en mano. Ciertamente las bolsas están entre crics y cracs, más no se ven capitalistas suicidados, al contrario, acaso sólo hacemos como el monigote de luto del humorista: "....estamos ante una partida de.......¿cómo le llaman los ricos al parchís?", "¿ajedrez? ", "eso", "¿y qué tal?", "muy buena". 



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