En
su turno Bienvenido barre una de las aceras de salidas de la terminal. Le
disgusta el trabajo, pero es un trabajo.
Bienve, así lo llaman los amigos, empuja un carro de limpieza con una
bolsa negra de plástico.
Esa
calle del aeropuerto internacional es rápida, solo pueden aparcar los taxis
autorizados. Aparcar, recoger ingleses y zumbar hasta el destino más próximo.
Poco que contar, ninguna anécdota apenas. Limpia los ceniceros, las papeleras, mira a turistas
borrachos, vienen a disfrutar de sol, playas, discotecas, alcohol y sexo. Ayer
un tipo en mangas cortas, (hace frío), lo saludó hablando no sabe que cosas
en su idioma. Tenía tatuado el escudo
del Celtic de Glasgow en la cabeza rapada.
Bienve
barre aislado, salvo contadas excepciones. Los auriculares de su mp4 suenan
increíbles. Lleva toda la mañana oyendo
a los Dire Straist .
En
otro lugar de la terminal hay un aviso de mal aterrizaje. Un Boeing procedente de algún sitio tiene
problemas. Se han activado los correspondientes protocolos. Los bomberos lanzan
veloces sus camiones por las pistas. Entre ellos uno de cuarenta y nueve
toneladas que acelera de cero a ochenta y un kilómetros por hora en veintiún
segundos. Alta tecnología alemana.
Entra
en pista doblando la proa. Mal
movimiento, una de las alas roza el asfalto y se incendia por la fricción.
Antes de apurar la frenada, parte del fuselaje es pura llama. Ocurre lo peor.
Sirenas, carreras, fuerzas de seguridad, ambulancias. El Boeing arde como una hoguera en san Juan.
Barrer
es aburrido, además, esa parte aeroportuaria es otro mundo. Parecido a una
estación de ferrocarril rural. Hoy, Bienve sonríe, en una papelera han tirado
un consolador grande. Cosas de las despedidas de solteras inglesas. Cuatro
donuts de chocolate y un consolador de goma enorme. Lo guarda en un
compartimiento del carro de limpieza. Seguro que más tarde bromeará con algún
compañero.
Que grande Alan Clark en los teclados. Quince años estuvo con la
banda. Suena "Brothers in
arms"... "Hay tantos mundos y tan diversos, muchos soles todos
diferentes, y tan solo tenemos un mundo, pero cada uno vivimos en uno
diferente". Alguien intenta decirle algo pero no puede oírlo, los Dire
concentran toda su atención.
En
las pistas han salvado a unas cuarenta personas. Pero hay otra ciento diez
achicharradas. Los planes de evacuación parecen sincronizarse, aunque las
prisas hagan parecer que reina el caos. A estas horas ya es noticia de primera
página, televisiones, periodistas, fotógrafos y agentes de viaje empiezan a
llegar al aeropuerto internacional.
Bienve
ve aproximarse a un compañero, abre el compartimiento del carro de limpieza e
intenta enseñarle el consolador. Cuando se quita los auriculares oye al otro
explicar lo del accidente. Con razón huele a goma quemada, aunque aquí, en esta
acera de la terminal, las pistas están a dos kilómetros, es otro mundo, otro
espacio. Por eso, después de escuchar toda la novedad, de bromear con el
dichoso dildo de goma, vuelve a la música y la escoba. Quedan cuatro horas de
turno. Suena Mark Knopfler. Por encima de la techumbre una columna de humo
negro se pierde en el cielo azul. Dos aviones siguen dando vueltas en círculo.
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