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lunes, 22 de enero de 2018

RADIOACTIVADOS

Dicen que la radiación de Fukhushima dio la vuelta al mundo  dos o tres semanas. Y se apresuran a explicar que este tour, esta vuelta adelantada del Phileas Fogg isotópico, no es nociva para la salud. La vuelta al día en ochenta mundos fue un juego malabar de nuestro profesor Cortázar para señalar que todas las vidas caben en una. Ignoro cuantas caben en la amenaza radioactiva y si ésas por ser, estarán llenas de tumores malignos peregrinos y extraños.
Dentro de veinte años, por ejemplo, usted, joven lector, amanecerá con dieciocho bultos de diversos diámetros en su cuerpo. Su médico de cabecera se lo explicará: no pasa nada, son bultos de Fukhushima, nada perjudiciales, bultos de la vida en sí misma dándose vueltas por el globo terráqueo. La radiación es algo singular que en diversas épocas ha sido tratada y liberada. El hongo nuclear de Nagashaki todavía sigue exhalando pestes por las vías nasales de los neonatos. A principio de siglo XX, por ejemplo, se recetaban supositorios con propiedades radiactivas so creencia de alto poder curativo. Supositorios contra la impotencia masculina. 
El ocaso nuclear es algo temible, oscuro, digno de impresionar a cualquiera. Los defensores del tema lo son también de un sistema trasnochado de especulación económica: más de lo mismo. Con toda seguridad, dentro de dos o tres semanas, respirarán diciendo, huelan señores, huelan, esto es pureza.


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